Cuando hablamos del trabajo con niños debemos de tener en cuenta que en un grupo tan amplio como con el que nos podemos encontrar en un aula, animación o campamento, existen diferentes historias personales, culturales, físicas o psíquicas. Todos son diferentes y para realizar la misma actividad puede que algunos necesiten de adaptaciones dentro del contexto general, y nunca haciéndolas de forma aislada para poder mejorar sus condiciones.
Este tipo de niños son definidos como niños con necesidades educativas especiales, y a pesar de precisar ayuda extra del monitor o profesor no deberemos permitir que se sientan inferiores. Por eso les haremos ver que ellos también tienen mucho que enseñarnos.
Como “guías” debemos de aprender a introducirnos en el mundo de los discapacitados, conociendo cómo se sienten los niños con estas características, sobre todo a la hora de enfrentarse a las actividades físicas.
Hoy específicamente hablaremos de la actividad física en niños con discapacidad auditiva.
La OMS define sordo como aquella persona cuya capacidad auditiva le impide aprender el lenguaje oral para poder seguir las enseñanzas básicas y participar en las actividades habituales para su edad. Un niño sordo no presenta una audición funcional para la vida diaria.
La pérdida auditiva es una de las deficiencias más difíciles de identificar desde la óptica del entorno social. Pero entraña una serie de características que deberemos tratar de identificar a primera vista:
- Disminución en la capacidad de reacción.
- Al andar son incapaces de fuardar una línea estética en el paso, ya que están pendientes de su entorno.
- Miran a todos lados constantemente.
Estas características afectan a la mayoría de actividades de la vida diaria, y en la actividad deportiva estas dificultades aumentan.
La motricidad en el niño con deficiencia auditiva está marcada por: falta de control en el equilibro estático y dinámico; problemas vestibulares, torpezas motrices por falta de experiencias, mala conceptualización del tiempo y el espacio, mala lateralidad,…
En la vida ordinaria de una persona sin deficiencias, la práctica del deporte es muy importante e implica muchos beneficios. Estos no son solamente físicos, sino que producen cambios en las personalidades de aquellos que los practican.
Para el niño sordo, esta práctica hace que se convierta en más tratable y elimine aquellas barreras que existen con el resto de su entorno.
El deporte para sordos presenta una historia muy extensa aunque poco conocida. Son el primer grupo con necesidades educativas especiales que decide competir en competiciones de oyentes en el S.XIX, aunque no es hasta 1988 cuando se crea el primer club deportivo.
A pesar de estos inicios tempranos, no es hasta 1924 cuando nace el Comité Internacional del Deporte de Sordos (C.I.S.S) y es cuando comienzan las competiciones deportivas a nivel internacional. En 1955 el C.O.I reconoce al CISS y comienzan a celebrarse los Juegos Mundiales para Sordos en el mismo año.
En España, el movimiento para sordos comienza en 1949 y durante diez años va construyénose poco a poco, intentando asentar el organismo. Comienza a funcionar como deporte al comienzo de los años 60, se inscribe en el CISS y comienza a participar en los Juegos Mundiales para sordos.
A pesar de todo esto, siguen existiendo muchas conceptualizaciones erróneas sobre la condición física del sordo.
Desde el campo de la educación (formal y no formal) deberemos realizar y promover ciertas adaptaciones de los materiales y las actividades como la masificación de espacios con ayudas visuales, establecer pautas para facilitar la lectura labiofacial y sobre todo (y el más importante) promover la integración del niño en el grupo para evitar que se sienta desplazado o discriminado por su deficiencia.
Para terminar y citando a Victor Hugo «Qué importa la sordera del oído cuando la mente oye; la verdadera sordera, la incurable sordera es la de la mente.”